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papel antiguo

Con un beso

A partir de la tragedia de Judas Iscariote, este poema medita sobre las razones de su traición y posterior desesperación que lo llevara al suicidio. ¿Era Judas un ser malvado o más bien desencantado? ¿Traicionó todo excepto a sí mismo? Si tan firme entregara a su Maestro a la muerte, ¿qué angustia hirió su espíritu para acabar colgando de una soga?

Con un beso

I.

Con un beso hoy te entrego

en nuestras nupcias de hiel.

¡Ay! Brillan los crisantemos

que amenazan conmover

mi semblante hoy de hierro

sólo al torpe parecer.


Cae la noche sobre el huerto

que nos mira enmudecer;

ruego yo a la alba luna

que quiérame esconder.


¡Oh, solemne es el encuentro

junto al roble que tal vez

ponga fin a mi tormento

en clemente proceder!


II.

Mis años de vigor potente,

mi marchita juventud,

helos en tu regazo silente,

sin paga ni virtud.


Fui soldado cabizbajo;

¿visir no podría ser?

Tú dijiste, reinarías,

y yo iluso imaginé

que un trono me darías

a tu lado, menor rey.


Si en corte esplendorosa

no hallaré mi ensoñación,

válenme treinta monedas

de tardío galardón.


III.

Largo tiempo he aguardado

por dulce sueño, destino amado,

y mis días, cual quien siembra

en áureo trigal bajo tormenta,

ya gastados su pena contemplan.


Mas tú dices: "Sólo un niño

podrá en mi reino entrar,

y aquel simple que quisiera,

llano orgullo, a un niño imitar".

Hoy ves: yo he crecido,

y no puedo ya esperar.


IV.

"Bendito —dices— quien paz trae".

¿Quién breve calma dará

a mi alma que naufraga,

y piadoso, sin precio, atenuará,

las dudas que invaden la barca?


"Felices los que lloran;

su consuelo al fin tendrán."

¡He llorado en este huerto,

como el búho te vio hacer,

sudor grana por mis sueños

que han muerto sin saber

cómo puede un sueño puro

en este mundo arder!


"Ama a tus enemigos",

escuché tu voz decir.

Obediente con un beso,

vine presto al jardín.


V.

Es tu voz que óyese serena:

"Vienes tú, amigo mío,

a entregarme a perecer?

¿Por cuál falta, por qué ofensa,

me besas en la piel,

si cuando soñé contigo,

sólo dicha imaginé?

Hoy recibo cual cordero

el beso de la traición,

y mañana por ti muero.

¡Así sueña mi amor!"


¡Ay, los ojos pardos, balbuceantes,

que me amaban todavía,

que desnudan mis motivos,

que apaciguan mi ira!


VI.

Así es la duda resuelta:

él entrega las muñecas

al esbirro que con hierros las rodea.

Barrunto mientras le apresan

cuán oscura es mi vileza,

mi codicia, mi afán ruin.

Al soldado no condena,

acallado ante la afrenta,

rumbo al trono carmesí.


¡Soltadle que más merezco

las bofetadas que recibe,

en la mejilla que primero herí!

La turba le empuja insolente,

lo derriba un cobarde puño:

de la frente al muelle suelo

rojas gotas caen en Getsemaní.


VII.

A empellones se aleja,

tambaleando en la violencia;

más duélele la ausencia

de un amigo gentil.

Aun llagado me devuelve

una mirada solemne

que desgaja cuanto quedó en mí.


¡Ay, yo jamás quisiera

(si verdad dijo de sí)

ver llamear aquellos ojos

en busca de mí!


¡Truena, corazón,

en premura desbocado!

¡Huir quieres de este hombre vil!


Señala la luna al roble,

y el cinto se afloja presto.

Silente aguarda el huerto

que al dolor ponga fin.


Libro Apofis y el Dragón

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