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papel antiguo

Dilmún, el otro paraíso

Apofis y el Dragón es el poema insigne de la obra Apofis y el Dragón, y otros poemas épicos. Su epopeya comienza en los fulgores del Edén, atravesando la pérdida de la inocencia y sus efectos devastadores en los personajes del relato. El personaje central, a través de cuyos ojos el mundo brilla y se derruye, es Apofis, la serpiente que se debate entre el mutuo idilio con Eva, y el deseo de propia grandeza. ¿Podemos herir sobremanera al ser amado? ¿Cuál es la voz que ruge íntima, que podría volvernos destructores de nuestro mundo? ¿Hay alguna redención posible luego de tal crimen?


Este fragmento del poema se comprende mejor en su contexto específico de la narración. No obstante, las siguientes estrofas escogidas pueden disfrutarse también en forma aislada. Apofis también abandona Edén y da con Dilmún, el paraíso sumerio, que a la par lo deslumbra. El libro no define la naturaleza de este reino con completitud; sin embargo, lo que le ocurre al protagonista allí, así como los eventos que esto desencadena, brindan una idea acabada de la verdadera esencia de aquel lugar.

Dilmún, el otro paraíso

(…)


IV.

Bajo el lívido resplandor de las estrellas,

virginal Astrea[1] cuidando el rayo,

acogió Dilmún[2] mis miembros cansados.

He de balbucear su nombre, sin temor,

cual aquellos sueños lejanos que hieren la memoria.


Pugnaba con Edén su mística belleza,

luego de acallar aquel la voz del Hombre;

mas en sombras y arcanos le superaba con holgura.

Lenes, colgantes brazos exhibían su fruto.

Si en Edén relumbrante espada[3],

abrióse aquí el pórtico que celaban

las palmas que mecía el aire nocturno;

higos brillantes de marco le servían.


La senda escondida he de marcar:

nueces y moras serán mis hitos;

faunos cantores, mis heraldos.

No ha de morar Dilmún en páginas marchitas.

Injuria vil es leyenda llamarle,

contar su gloria en difusos versos.

Cual si tan real no hubiera sido

como la verdeante piel sobre mis huesos,

y entre lo común se contaran sus seres,

o dudara yo de mi fiel mirada.


Huella la senda que intima con el bosque;

la he abierto para ti…

Negras piedras alfombran el suelo.

aún resplandece su perlada lisura,

pues los siglos no han apagado su lumbre.


Noche insomne, que desciendes sobre el mundo

y dilatas el alba que tus hordas teme,

¿cómo allende el pórtico lúgubre es tu faz,

y aquí vivos tonos anima tu semblante?


[1] Hija de Zeus y Temis. Portadora de los rayos de Zeus durante la Titanomaquia, el Padre de los Dioses le concedió la virginidad eterna y un lugar en el firmamento como constelación.

[2] “El lugar de la salida del Sol”, o “la Tierra de la Vida”. Paraíso sumerio donde habría tenido lugar la creación.

[3] La espada refulgente que impedía la entrada del Hombre al Paraíso.


Libro Apofis y el Dragón

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