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papel antiguo

Mujer alondra

Debemos a Gustave Flaubert, además de la insatisfecha Emma Bovary, la frase “Si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas”. El poema a continuación nos trae la concisa escena de una mujer en un recinto, rodeada de personas que le producen sensación de ahogo. Ella encuentra un sueño de liberación en contemplar una alondra que está posada contra el ventanal, heredera de todas las delicias del exterior. Sin embargo, el suyo no es un mirar cándido: con todas las fibras de su ser desea transmutar en aquella ave. Esto da lugar al “milagro sombrío”, que sólo puede obrar la libertad de una vida si enjaula a la otra.

Mujer alondra

I.

Contra el ventanal, la alondra

turbada mujer distingue,

que entre multitud absorta

atento mirar no finge.

A ella el vitral no le niega

saborear el cielo libre.

“¡Fuera yo al aura hermana

y volara a lo que existe

lejos del grávido hombre,

allende el último linde!”,

solloza presa del suelo,

aunque el labio sin verbo

por parecer sonríe.


II.

Vacilante cual quien quiere

huir a país de nombre ignoto,

ella parada dubita

entre el piélago de rostros.

Ruta de escape no sabe;

¡sus pies, arce de doble tronco!

Porque el porvenir aterra;

puede trocar brío en moho,

si a la multitud no enfrenta

cual mujer al fin resuelta,

aunque armadura maltrecha

descubra el corazón roto.


III.

Pico al vidrio, alas batientes,

envés al sol refulgente,

sobre el marco ¡tan inocente!

por sólo ave no advierte

feroz turbión que silente

a la mujer robó el color.

Siente el peso de los ojos

que con envidia la escrutan,

y le cosquillean las plumas

más que Leda a Zeus con besos

encendía sobre la espuma.

¡Jamás tan deseada alondra

fue ave por humano ardor!


IV.

De tanto otearla obsesa,

soñar ser pájaro erguido,

sobre la naturaleza

triunfa el milagro sombrío,

que bien riguroso observa

ley de balance cumplido.

La doncella en cuerpo alado

al sol fija su camino,

liviana cual la miraba

el ave que lleva su castigo.

¡Ya es una con las nubes

en bandada de peregrinos!


V.

Mientras en funda de dama

albur un ave no entiende.

Ahora la estruja la gente

que sorda es cuando clama,

con basta voz, sin palabras;

¡al fin a mudez se atiene!

Suspira por tosca rama

de un ciprés, hogar, deleite.

Pierden sus ojos la llama

en tanto la jaula mecen

no suyas las manos

ni suyo el mundo que prende,

por una mujer libre al cielo,

a una alondra a impropia suerte.


Libro Apofis y el Dragón

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