Norna
Los antiguos nórdicos creían que en el centro del universo se enraizaba Yggdrasil, el fresno cuyas ramas sostenían los diversos mundos. Allí las nornas (Urd, Skuld y Verdandi, las principales) tejían el tapiz que contenía los destinos de hombres y dioses, con su culmen en Ragnarok, la batalla final que renovaría todas las cosas. Cada hilo era una vida, que podía ser entesado o cortado, de modo impasible… o quizá no. Hay hebras más cercanas al corazón.
I.
Bajo Yggdrasil, árbol perenne,
tejen las nornas la vida ajena,
de héroes, dioses y escuderas,
a su telar sujetas.
A Urd, Skuld, Verdandi,
responden las hilanderas,
a quienes Muerte acata presta,
al son de sus tijeras.
II.
Una hebra en el ovillo
tórnase un niño alumbrado;
si se alarga el hilo enteco,
vejez prolonga al anciano.
Mas cuando terco Destino
en la norma resuena,
tieso su semblante,
callada la rueca,
soplo final se exhala,
hilo vuelve a la madeja.
III.
Aunque gran arrojo
demuestre el guerrero,
o bajo tierna luna
pía madre arrulle a su polluelo,
cizalla desgarra cruel los filamentos.
Puede un tuerto dios
bramar desde el trueno;
igualmente aguárdalo un lobo fiero,
y huérfano, errante, volará su cuervo.
IV.
Junto al fresno, Urd añeja
peina la crin, fulgor rojizo.
¡Oh, tiémblale la mano
que no oculta el hilo
del único hombre
que de veras quiso!
Gris pescador del fiordo nublado,
que de dioses sabe
menos que de arrumacos,
rotas las redes
que el Tiempo ha gastado,
firme aún la espera
sobre su terrado.
V.
¡Al azar maldice,
protesta al hado!
“¡No él!”, reclama,
“pues le he amado.”
Mas el cósmico aire frío
ignora llantos y suspiros.
Si los dioses atardecen
con fuerte estertor,
no se inmuta el Universo
por un simple pescador.
VI.
Sobre las ramas del fresno,
hacia el mundo de los hombres,
viaja Urd, cual cebra rauda;
por guía temor al alma ajada,
labios con miel, cabello grana.
Divisa aguda a quien ayer,
cuando joven su vaivén,
por glacial norna o por mujer,
hirió con su mudanza.
VII.
Al yermo muelle corre él,
gamo que escapa a la vejez,
hacia la niebla que tórnale
diez años en una mirada.
"Sabía que un día,
si moría el Sol,
pisarías la costa lejana.
¿Qué ha traído aquí tus pies?",
inquiere con voz quebrada.
VIII.
"Tiempo habrá, buen pescador,
para aquietar las aguas.
La tarde rinde su esplendor
y en fuego se desgaja.
Ojos al piélago, resquemor
a las cumbres heladas.
¡Múdese el cielo en vivo ardor
y nuestra noche en mañana!"
Tal ruega Urd clara al oír
las tijeras de su hermana.
IX.
Un pulcro corte rasga fiel
dos hilos entrelazados;
pues antes de al puerto volver
habíalos Urd ligado.
Cuando la noche apacigua
la hoguera del ocaso,
aún sobre el muelle fulgen
los cuerpos abroquelados.
Cubre el hombro del que esperó
un rojo mechón nevado.