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papel antiguo

Temístocles persa

Temístocles, que vivió en el s. V a.C., fue un militar y político ateniense. Habiendo ganado la batalla de Salamina al Imperio Persa, quizá una de las batallas que cambiaron el curso de la Historia, fue desterrado por su propio pueblo. Tuvo que buscar asilo en el mismo Imperio Persa que había derrotado. Allí fue recibido con honores. Este es un poema sobre el exilio, y cómo el tirano tiembla cuando se le dice "hasta aquí".

Temístocles persa

I.

Descansa la mano, luenga en años, sobre

el ciprés, que enhiesto convoca al pasmo.

Surge la resina; también celebra las caricias

del viejo General de dedos rugosos.

Al viento presta su olor, que inunda el jardín,

envidia del ciruelo, la vid y los tres olivares.

Aquella mano la espada añora, mustia ya en la vaina,

y en el oído apocado los ecos de la lid resuenan todavía.

"¿Qué legión ansiosa espera mi grito?

Sólo aquí mando al jalde fruto, a la higuera;

silencio sepulta el tamo de mis viejas glorias,

y el huerto amansa el semblante arrebolado."


II.

Contempla la mansión que le han legado,

allí en lo alto de una montaña, de huerto coronada;

lejano al propio, temido por el extraño.

"Me han domado, a mí, león hambriento,

que su presa antes jamás cediera.

Mi precio, exiguo; tal la calma que me abriga:

un anillo cortesano, un cofre que siclos rebosa,

un hogar solitario en las cumbres del destierro.

En tanto, Atenas tan cara, entre las urbes sabia,

al tirano teme, que tras estulto Consejo

oculta la mano arpía que agita la sombra."


III.

"¿Por cuál crimen hoy mendigo del recuerdo sus migajas?

Cuando al invasor, vasto en la llanura ensangrentada,

valiente repelió mi lanza, en nombre tuyo,

¿pagaste allí la arrogancia con desdén?

Un extremo tiene mi lanza; así mi alma sin doblez.

Aquel adversario ruin, que contra mí te incita,

¿no merece anhelar tus calles, ante una vid extraña?"


IV.

"Dime tan sólo, cuna de Teseo y sus ingenios;

faro distante, pueblo mío, y si mío también libre:

¿te alzarás? Pueblo mío, ¿te alzarás?

Él se encumbra impasible sobre tus sueños deshechos;

ante tu honor no cejará su rapiña.

Con sigilo saquea el tesoro de tu templo.

Mas si tus hijos, antorcha en mano,

rompiendo el letargo, un llameante cuerpo,

millar de voces, el palacio del tirano a una rodean,

¿acaso no temerá? ¿No arrancará el miedo sus gemidos?"


V.

"Y allí yo bajaré la cumbre, atrás la cima del exilio.

Entraré reverente por las puertas que celan los dioses,

antorcha en mano, a la zaga de tus hijos;

no más caudillo, flama más humilde.

Tiembla el tirano ante el pueblo indignado.

Y detrás, invisible entre las voces ardientes,

el león, al fin indómito, da su último rugido."


Libro Apofis y el Dragón

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