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papel antiguo

Titán sin cadenas

Apofis y el Dragón es el poema insigne de la obra Apofis y el Dragón, y otros poemas épicos. Su epopeya comienza en los fulgores del Edén, atravesando la pérdida de la inocencia y sus efectos devastadores en los personajes del relato. El personaje central, a través de cuyos ojos el mundo brilla y se derruye, es Apofis, la serpiente que se debate entre el mutuo idilio con Eva, y el deseo de propia grandeza. ¿Podemos herir sobremanera al ser amado? ¿Cuál es la voz que ruge íntima, que podría volvernos destructores de nuestro mundo? ¿Hay alguna redención posible luego de tal crimen?


Este fragmento del poema se comprende mejor en su contexto específico de la narración. No obstante, las siguientes estrofas escogidas pueden disfrutarse también en forma aislada. Apofis da su voz en postrer alegato, instando a Eva a comer del fruto. Ella al fin lo hace, plenamente convencida de que alcanzará un estado más elevado de consciencia… y que la Muerte jamás ensombrecerá su senda.

Titán sin cadenas

(…)


XV.

“Eva, ante ti me yergo, heraldo del diáfano mañana.

Y tal albor en tu mano reposa, aún tenue su brillo.

Excelso pensar tu ser estremece, pero no dudas.

Anhelas íntima la gloriosa imagen.


¿Por qué vacilar?


Ha encerrado la duda tu lumbre en vasija de barro.


¿Por qué vacilar?


Revelan las grietas vivaz tu luz,

¡tan clara! Titán sin cadenas.

Si locuaz el don rehusaras, tardo aprendería

que el saber no trae dicha.


¿Han de ser mis preces ronco eco

que en la gruta se disipa?

¿Desamparado gemir que confunde su ruta?

¡Pues si al don negaras tu alma, estaré por siempre solo…!

Y Apofis apagaráse triste, cual luctuosa estrella.


¡Mas veo en ti el valor que a los sublimes distingue!

Aquí al temor, ciego guía, al fin despides.”



No retuvo la brisa su insolente desparpajo,

ni cejó el águila de perseguir la cumbre.

Aún el bosque murmuraba olorosa ventura,

y el nogal respiraba con tranquila pausa.

Ajeno soñaba el mundo una eternidad sin mal,

¡mas hoy despertará de su sueño el mundo!


Llevó el fruto a los húmedos labios de granada,

que trémulos lo besaron, saboreando el deleite.

Intrépidos los dientes rasgaron la suave piel inerme.

Cedió sumisa la carne blanquecina;

pulpa dorada brotó, sedujo el noble paladar.

¡Rito santo sorber la sangre de los dioses!

Arrobado su espíritu, exclamó traslúcida su gratitud:


“Tu corazón me has compartido;

¡Helo parte de mí!

Mis ojos has abierto a la inmensidad del destino.

Del fruto como, sin miedo a la Muerte, que ha mentido.”[1]


[1] Refiere a la divina advertencia, según la cual el Hombre moriría si comía del fruto prohibido.


Libro Apofis y el Dragón


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